Si entre las muchas verdades eliges una sola y la persigues ciegamente, ella se convertirá en falsedad, y tú en un fanático.
Ryszard Kapuscinski
Las consecuencias negativas del clientelismo, en los partidos progresistas, es decir, entre los de izquierda y ultra izquierda son indiscutibles. Supone la perpetuación de la dependencia de los votantes hacia el partido, la corrupción, la ineficiencia en la administración de recursos públicos, y la erosión de la democracia representativa. Además, aunque puede proporcionar beneficios a corto plazo para algunos sectores, a largo plazo puede socavar el desarrollo sostenible y equitativo.
Esto ocurre porque el clientelismo consiste en mercadear votos a cambio favores personales entre políticos y clientes la vinculación produce un poder asimétrico porque el político está conectado con muchos clientes y el cliente con pocos políticos. Las redes clientelares acaban produciendo una estructura social jerárquica y una dependencia desigual formada por tres roles de actores.
1. En la base están los clientes-votantes que piden favores sin garantías de recibirlos.
2. En el segundo escalón están los brokers-intermediarios del partido clientelar que actúan como agentes sobre el terreno para distribuir oferta y captar demanda de
necesidades.
3. Por último, se encuentran los políticos-patrones que proveen de recursos y reciben apoyo político, en función de las expectativas que transmitan a sus clientes de devolver favor del voto mediante una gestión directa(1).
las prácticas del clientelismo muchas veces se suelen asociar con estructuras tradicionales antidemocráticas. Posiblemente lo excluyente de esta práctica informal es lo que la convierte en antidemocrática. En cualquier caso, en aquellos lugares donde haya algún poder que administrar se va a encontrar al clientelismo, pues quien posee el poder puede en un momento dado, en el mejor de los casos, favorecer a la persona que el decida, con el fin de que pueda pagarle ese favor de alguna manera (fidelidad, lealtad, complicidad, etc.), y en el peor, simplemente porque se trata de algún familiar, amigo o conocido. Precisamente uno de los problemas de esta situación, además de la opacidad en la que normalmente se desarrolla, es que la capacidad o los méritos de la persona beneficiada normalmente no son relevantes. El nepotismos es una de las opciones frecuentes entre políticos de izquierdas. Pablo Iglesias e Irene Montero, Pedro Sánchez y Begoña, Abalos y su ex-mujer, Eduardo Garzón hermano de Alberto Garzón de IU.
Los partidos de izquierda suelen recurrir al clientelismo ofreciendo favores directos a cambio de apoyo electoral. Esto puede comprender trabajo en el sector público, programas sociales, o subvenciones específicas a ciertos grupos sociales. Los políticos de izquierda centran su discurso y sus políticas en la igualdad y la justicia social, estando dirigido principalmente hacia sectores populares, como trabajadores, núcleos rurales, ciudadanos procedentes de otros países que obtienen nacionalidad reciente y habitantes de zonas marginadas.
El uso de programas sociales y subsidios como herramientas de clientelismo es corriente. Los partidos pueden prometer o conceder directamente recursos materiales, alimentos, viviendas, o servicios básicos a cambio de lealtad política.
Los partidos de izquierda y ultraizquierda suelen tener estructuras organizativas fuertes y redes de militantes que actúan como mediadores en el sistema clientelista. Son militantes que no han realizado ninguna actividad laboral después de acabar sus estudios esenciales y se dedican desde entonces a la política. Algunos ilustres son: Adriana Lastra, Luis Roldán, Patxi López, Elena Valenciano, José Blanco, Ximo Puig, Ada Colau, Carles Puigdemont, Mikel Iceta. En otros casos son militantes sin experiencia profesional a pesar que que poseen estudios medios o universitarios. Tenemos el caso de Irene Montero que pasó de ser cajera en una gran superficie comercial a diputada, después ministra y ahora europarlamentaria. Los intercesores o intermediarios del partido pueden movilizar y coordinar el apoyo político a cambio de favores o beneficios. Finalmente ellos serán también beneficiarios subiendo en la estructura del partido y en la carrera política que les llevará a un cargo en la Administración General o en alguna Fundación o Consejo de Administración controlado por el partido.
El acceso a servicios públicos, como atención médica, educación, y obras de infraestructura, puede ser condicionado al apoyo político. En algunas ocasiones, estos servicios se distribuyen de manera inequitativa favoreciendo a los simpatizantes del partido. La actual Ministra de Sanidad de España es un claro ejemplo.
La izquierda frecuentemente tienen vínculos estrechos con sindicatos y movimientos sociales, CC.OO, UGT, CGT,Asociaciones de Vecinos, etc.. Estos vínculos pueden ser explotados para mantener un sistema clientelista donde los líderes sindicales y de movimientos sociales actúan como agentes de movilización política a cambio de concesiones y subvenciones al sindicato.
Con frecuencia, el clientelismo en estos partidos denominados progresista se justifica ideológicamente como una forma de redistribuir recursos hacia los más necesitados. Esta supuesta acción puede ser utilizada para legitimar prácticas clientelistas como parte de un programa de justicia social y igualdad. La izquierda promueve liderazgos locales leales a cambio de apoyo electoral. Los líderes locales actúan como intermediarios políticos, facilitando el intercambio de beneficios y lealtad dentro de sus habitantes.
Aunque el clientelismo en los partidos de izquierda comparte muchas características con el clientelismo en partidos de otras ideologías, el de estas agrupaciones politicas está específicamente orientado hacia sectores populares. En este caso se justifica ideológicamente como una herramienta para la redistribución de la riqueza de los demás. No creo que los eurodiputados progresista con un sueldo de 10.000€ donen parte de este a sus correligionarios.
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