La trampa de la incompetencia y la mediocridad en nuestras instituciones
“El poder no suele caer en manos de los mejores, sino de los que llegan más alto en su nivel de incompetencia.”
Si Cipolla advirtió del poder corrosivo de la estupidez, otros autores han señalado un mal paralelo: la incompetencia y la mediocridad como fuerzas capaces de bloquear organizaciones enteras. Este artículo resume cinco leyes universales —Peter, Parkinson, Dunning-Kruger y más— que explican por qué tantas instituciones terminan atrapadas en un círculo de liderazgo mediocre.
Las cinco leyes de la incompetencia y la mediocridad
- Ley de Peter: todo individuo asciende hasta alcanzar su nivel de incompetencia.
- La incompetencia es más dañina en los niveles altos de la jerarquía.
- Efecto Dunning-Kruger: cuanto menos sabe alguien, más seguro se muestra.
- Ley de Parkinson: el tiempo y los recursos se expanden hasta ser malgastados.
- La mediocridad organizada puede ser más destructiva que la estupidez individual.
Ejemplos históricos y actuales
La Ley de Peter
Un ingeniero brillante convertido en gerente incapaz, o un profesor ejemplar nombrado director perdido en la burocracia.
Ejemplo histórico: la administración imperial romana, repleta de burócratas ascendidos por lealtad más que por capacidad.
Incompetencia en la cima
Un error de un trabajador se corrige; el de un ministro arrastra a miles.
Ejemplo: la crisis financiera de 2008 se gestó por decisiones de ejecutivos y reguladores, no de empleados rasos.
El efecto Dunning-Kruger
Los que menos saben, más seguros se muestran.
Ejemplo: gurús antivacunas que hablaban con aplomo frente a médicos que matizaban con prudencia.
La Ley de Parkinson
Las tareas se inflan para llenar tiempo y recursos.
Ejemplo: trámites administrativos interminables o reuniones corporativas que no producen decisiones claras.
Mediocridad organizada
Cuando la incompetencia se vuelve sistema, paraliza reformas y bloquea innovación.
Ejemplo histórico: el final de la URSS, con capas de burócratas incapaces de adaptarse.
Ejemplo actual: grandes corporaciones que se hunden no por un desastre puntual, sino por acumulación de malas decisiones mediocres.
Antídotos institucionales |
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- Selección rigurosa: ascensos basados en competencias reales, no en lealtades.
- Formación continua: evitar que la experiencia quede obsoleta en mandos superiores.
- Reducción de burocracia: simplificar procesos para cortar el efecto Parkinson.
- Cultura de autocrítica: valorar la duda razonable por encima de la arrogancia vacía.
La mediocridad no necesita conspirar: basta con dejarla actuar para que bloquee el futuro de cualquier institución.
Reflexión final
Igual que la estupidez en Cipolla, la incompetencia y la mediocridad tienen reglas reconocibles y efectos devastadores. Reconocer sus patrones y diseñar mecanismos de control no es un lujo, sino una necesidad democrática. Si no se actúa, el futuro de las instituciones quedará atrapado en un círculo de liderazgos mediocres e ineficaces.