08 enero 2025

SUR DE PERU

 





"La civilización es la obra más alta del espíritu humano, pero también la más frágil."

Ramiro de Maeztu

El sur de Perú es una región que combina la majestuosidad de los Andes, el misterio de antiguas civilizaciones y la inmensidad del desierto, creando un conjunto de experiencias inigualables para cualquier viajero. Esta zona del país ofrece paisajes espectaculares, sitios arqueológicos de renombre mundial y ciudades que llevan consigo siglos de historia. Durante mi estancia en Perú, tuve la oportunidad de recorrer el sur en varias ocasiones, descubriendo tanto sus maravillas naturales como su riqueza cultural.

Cuzco

Plaza de Armas. Cuzco




La ciudad de Cusco o Cuzco se encuentra enclavada en la cordillera de los Andes, a 3.400 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar donde la historia parece estar tallada en piedra. Cusco es una muestra asombrosa de la alta ingeniería de los incas, quienes, con herramientas rudimentarias, lograron construir estructuras que han resistido el paso del tiempo y las inclemencias de la naturaleza.

Tras la captura de Atahualpa en Cajamarca, Pizarro y sus hombres marcharon hacia Cusco, donde fundaron la ciudad el 23 de marzo de 1534. Aunque los conquistadores españoles construyeron iglesias y casas coloniales sobre los cimientos de las antiguas estructuras incas, gran parte del esplendor de la ciudad original aún se puede apreciar. La Plaza de Armas, el corazón de Cusco, mantiene la estructura que se le dio durante la época colonial, pero en el pasado estaba rodeada por los palacios de los gobernantes incas.

Durante mi estancia en Perú, visité Cusco en cuatro ocasiones: tres veces como turista y una por trabajo. Cada visita me permitió descubrir algo nuevo. La ciudad tiene un encanto especial que, en algunos aspectos, me recordó a los antiguos pueblos de España, especialmente por la forma en que está diseñada. En una de estas visitas, me alojé en el hotel Ramada by Wyndham Costa del Sol Cusco, que destaca por su excelente ubicación, ideal para recorrer la ciudad a pie.

 Pasear por la Plaza de Armas, visitar el templo Coricancha y explorar los alrededores, como Sacsayhuamán, Qenqo y Tambomachay, es una experiencia que cualquier viajero debería vivir. Estos lugares conforman una de las zonas arqueológicas más importantes del país y ofrecen una visión profunda de la historia y el legado incaico.


Sacsayhuamán: Fortaleza y Misterio

Sacsayhuamán se encuentra a pocos kilómetros de Cusco y se puede llegar caminando, aunque lo más recomendable es hacerlo en transporte público o en una excursión organizada. Esta impresionante fortaleza, construida con gigantescos bloques de granito, algunos de hasta nueve metros de altura y 120 toneladas de peso, sigue siendo un enigma. Los guías locales ofrecen diversas teorías sobre su propósito: una fortaleza defensiva, un centro ceremonial o tal vez algo completamente distinto. Lo que es indiscutible es su magnificencia y la habilidad técnica que requirió su construcción, que tomó cerca de 70 años y en la que participaron más de 20.000 personas.

Cada 24 de junio, este sitio cobra vida con la celebración del Inti Raymi, una fiesta en honor al solsticio de verano que atrae tanto a locales como a turistas.


Otros Sitios Arqueológicos Cercanos

Junto con Tambomachay, se encuentran Puca Pucará y Qenqo, tres lugares que se pueden visitar en media jornada. Estos sitios, aunque más pequeños que Sacsayhuamán, tienen su propio encanto y ofrecen una mirada adicional al mundo incaico. Es recomendable incluirlos en el itinerario antes de emprender la marcha hacia Machu Picchu.

Machu Picchu: La Ciudad Perdida de los Incas

Machu Picchu, la joya del Imperio Inca, está situada en plena selva tropical, a 2.400 metros sobre el nivel del mar y a 110 kilómetros de Cusco. Es un lugar que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y reconocido como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno.

El descubrimiento de Machu Picchu en 1911 se atribuye al explorador estadounidense Hiram Bingham III, quien buscaba la mítica ciudad de Vilcabamba. Lo que encontró fue algo diferente: una ciudadela construida en el siglo XV, dividida en dos grandes sectores. El sector agrícola, con sus terrazas, muestra la habilidad de los incas para adaptarse al entorno montañoso; mientras que el sector urbano destaca por sus templos, plazas y viviendas, entre las cuales sobresalen el Templo del Sol y el Templo de las Tres Ventanas.

Visité Machu Picchu por primera vez en Semana Santa de 2015 y por última vez en septiembre de 2017, acompañado por mi hija y sus amigas. La experiencia de contemplar la ciudadela al amanecer, con la niebla disipándose lentamente, es algo que quedará grabado en mi memoria para siempre.

Para llegar a Machu Picchu, el viaje comienza en Cusco, desde donde se toma un tren hasta Aguas Calientes. Desde este pequeño pueblo, construido exclusivamente para albergar turistas, minibuses autorizados suben a los visitantes en un trayecto de 15 minutos. Aunque algunos optan por subir caminando, esto solo se recomienda para quienes realizan el Camino Inca, una experiencia más exigente pero igualmente memorable.

Aguas Calientes, aunque carece de atractivo más allá de su función como escala, tiene algunos restaurantes interesantes. Entre ellos, El Indio Feliz, que ofrece una deliciosa mezcla de cocina franco-peruana y es propiedad de un francés.

 

El Valle Sagrado: Un Viaje a Través del Tiempo

El Valle Sagrado, una ruta que conecta Cusco con Machu Picchu, es una región que combina historia, paisajes espectaculares y tradiciones vivas. Este valle fue el corazón agrícola del Imperio Inca y aún conserva esa esencia en sus pueblos y sitios arqueológicos.

Pisac

Pisac, ubicado a una hora de Cusco, es conocido por su complejo arqueológico en lo alto de una montaña y su mercado artesanal en el pueblo. Desde las alturas se pueden observar terrazas agrícolas y tumbas excavadas en las laderas, un recordatorio de las prácticas funerarias de los incas.


Ollantaytambo

Ollantaytambo es el último punto de visita antes de tomar el tren hacia Machu Picchu. Este pueblo, que conserva su diseño original incaico, es un lugar fascinante para explorar. Las terrazas que rodean el sitio ofrecen vistas impresionantes, mientras que el templo en la cima es una muestra más de la habilidad arquitectónica de los incas.


Terraza de  Moray



Maras y Moray

Cerca de estos pueblos, otros lugares como las Salineras de Maras y las terrazas circulares de Moray añaden aún más riqueza al recorrido. Estuve visitándolas en el año 2017. Las Salineras, con sus miles de pozas de sal, y Moray, un centro de experimentación agrícola, muestran cómo los incas entendieron y aprovecharon su entorno natural.

Catedral de Arequipa 

 

 

Arequipa y el Cañón del Colca

Arequipa, conocida como la Ciudad Blanca, es la segunda ciudad más importante del Perú. Su casco histórico, construido con piedra volcánica, es un ejemplo perfecto de la mezcla entre arquitectura española y tradición local. Destacan la Plaza de Armas, la catedral y el Convento de Santa Catalina, una pequeña ciudad dentro de la ciudad. En las dos ocasiones que Carmen y yo estuvimos, la última en octubre de 2017 no encantó Arequipa. 

A unas cuatro horas por carretera se encuentra el Cañón del Colca, uno de los más profundos del mundo. Los miradores estratégicos ofrecen la oportunidad de ver cóndores en pleno vuelo, especialmente temprano en la mañana. Aunque el camino hacia el Colca puede ser desafiante debido a la altitud, el paisaje lo compensa con creces.

 

El Lago Titicaca

El Lago Titicaca, compartido entre Perú y Bolivia, es el lago navegable más alto del mundo, a 3.812 metros sobre el nivel del mar. En la fiesta del 1 de mayo de 2015 fuimos con otros matrimonio de colegas de la embajada de España. Por cierto otros dos y yo sufrimos sobre las 4 de la madrugada unas palpitaciones que nos despertaron a los 3 de los cuatro varones que estábamos. Lo comentamos y lo achacamos a la altura. Desde Puno, las excursiones en barco llevan a los visitantes a las islas de los Uros, hechas completamente de totora, y a la isla Taquile, conocida por su cultura textil.



En los Uros, los habitantes muestran cómo su estilo de vida ha perdurado a lo largo de los siglos, mientras que Taquile ofrece una experiencia más tranquila, con vistas panorámicas que parecen tocar el cielo.

Ayacucho: Historia y Resistencia

Ayacucho, conocida también como Huamanga, ocupa un lugar clave en la historia del Perú. Situada a 2.700 metros sobre el nivel del mar, esta ciudad fue el escenario de la decisiva Batalla de Ayacucho en 1824, donde se consolidó la independencia de Perú y de gran parte de América Latina. En ella estuvimos en el año 2015 un fin de semana.

La ciudad es famosa por sus más de 30 iglesias, que combinan estilos renacentistas, barrocos y mestizos. Durante la Semana Santa, Ayacucho se convierte en un epicentro de fe y cultura, con procesiones que atraen a miles de visitantes.

Sin embargo, Ayacucho también lleva una herida profunda: fue el lugar de nacimiento de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, cuyo movimiento terrorista dejó cicatrices en la década de 1980. En el pasado, Ayacucho fue el centro político y administrativo de la civilización Wari, predecesora de los incas. Hoy, su herencia cultural sigue viva en la artesanía, como los alabastros y los retablos que representan escenas religiosas y cotidianas.

 

Paracas y las Islas Ballestas

En agosto de 2014, mi primer viaje fuera de Lima me llevó al desierto de Paracas y a las Islas Ballestas. Regresaría al año siguiente con Carmen para que conociera este sitio. El lugar combina paisajes áridos con una biodiversidad marina que sorprende a cualquiera.

Paracas


Paracas está a solo 250 kilómetros de Lima, un trayecto que toma unas tres horas y media por la Panamericana Sur. Su clima soleado y su constante brisa marina hacen de este lugar un destino especial. Desde aquí, partimos en una lancha hacia las Islas Ballestas, una reserva marina que alberga leones marinos, pingüinos y una gran variedad de aves. Ver a estos animales en su hábitat natural, rodeados de formaciones rocosas que emergen del océano, fue una experiencia inolvidable.

El casco urbano de Paracas también tiene su encanto. Este pequeño pueblo es conocido por su tranquilidad, ideal para quienes buscan un respiro. La Reserva Nacional de Paracas, con sus playas desérticas y su fauna única, es un testimonio de cómo la naturaleza puede prosperar incluso en las condiciones más áridas.




Nazca: Las Líneas del Misterio

En noviembre de 2014, visité las enigmáticas líneas de Nazca. Este viaje comenzó con una excursión al oasis de la Huacachina, un lugar rodeado de dunas donde disfrutamos de un emocionante paseo en buggy. La experiencia de recorrer el desierto a gran velocidad fue inolvidable, pero el objetivo principal era Nazca.

Las líneas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, son uno de los mayores misterios arqueológicos del mundo. Sobrevolarlas en avioneta permite apreciar figuras como el colibrí, el mono y el astronauta. Aunque las figuras son menos grandes de lo que imaginaba, su precisión y el hecho de que hayan sobrevivido durante siglos las hacen fascinantes.

El sur de Perú es un lugar que te envuelve. Cusco y Machu Picchu hablan del pasado, de lo que quedó tras los incas. Paracas y Nazca muestran un paisaje duro, casi infinito, donde la historia y la naturaleza se cruzan. Cada lugar tiene su propia voz. Cada uno te cuenta algo, aunque a veces apenas sea un susurro. Viajar por el sur no es solo moverse por caminos y ciudades; es mirar de frente al corazón del Perú y sentir cómo late, despacio, pero con fuerza.

 

 

 

 

 

 

07 enero 2025

LA SIERRA DE PERU

 





La estupidez es más difícil de corregir que la ignorancia, porque, mientras que la ignorancia se puede educar, la estupidez es una elección."


La Sierra Central

Huánuco es una ciudad sencilla. Está en el interior de Perú, a orillas del río Huallaga, rodeada de montañas que llegan a más de 6,000 metros. No es un destino turístico típico, pero decidí ir. Era Semana Santa de 2018, un mes antes de regresar a España. Quería conocer un lugar nuevo, aunque sabía que los atractivos eran pocos.

Opté por dos recorridos que ofrecían las agencias locales. El primero me llevó al Templo de las Manos Cruzadas, un sitio arqueológico a cinco kilómetros de la ciudad. El templo es modesto. Lo más notable son dos manos talladas en una pared, cruzadas, que miran desde los siglos. El segundo recorrido incluía la Casa de la Perricholi, una actriz del siglo XVIII famosa por su relación con un virrey español. El tour también pasaba por una fábrica de azúcar y una casa que decían estaba embrujada. Historias para turistas, pensé.

La ciudad misma tiene poco que mostrar. Caminé por la Plaza de Armas y me alojé en el Gran Hotel Huánuco, cerca de la Catedral. Todo era tranquilo, sin sobresaltos. Fui a Huánuco por curiosidad, pero al final fue más un alto en el camino que un destino.





Más al norte, en el departamento de Ancash, está Huaraz, un lugar diferente. Rodeada de montañas imponentes, es la puerta de entrada al Parque Nacional Huascarán. Llegué en un autobús nocturno de Cruz del Sur, con butacas reclinables. El viaje fue cómodo, aunque largo. Huaraz está a 3,000 metros sobre el nivel del mar. Desde ahí, emprendí varias excursiones.

En mayo de 2016, visité Yungay, un pueblo que quedó sepultado tras un terremoto en 1970. Un cementerio de casas bajo toneladas de roca y tierra. En el camino, pasé por la Laguna Villacocha, un espejo de agua rodeado de montañas. También vi el Huascarán, la montaña más alta de Perú. No intenté subir al Nevado Pastoruri; a más de 5,000 metros, el esfuerzo habría sido demasiado.

La joya de la región es Chavín de Huántar, un sitio arqueológico a 3,200 metros. Salí temprano de Huaraz, cuatro horas de ida, cuatro de vuelta, por una carretera que sube y baja entre montañas. Paramos en el lago Querococha, donde el aire era tan fino que dolía respirar. En Chavín, vi las Cabezas Clavas, tallas que representaban a las deidades de una civilización anterior a los incas. Solo queda una en su lugar original, pero aún transmite la fuerza de un tiempo antiguo.

 

El Altiplano

Cajamarca está en el altiplano, a 2,750 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar que marcó la historia. Aquí, en 1532, Francisco Pizarro capturó al Inca Atahualpa y selló el destino de un imperio. La ciudad guarda restos de ese momento: la Casa del Rescate, donde Atahualpa ofreció llenar una habitación de oro para ganar su libertad; la Catedral, de arquitectura mestiza, sin torres frontales; y el Conjunto Monumental de Belén, un edificio sobrio, lleno de historia.


Llegué a Cajamarca en mayo de 2017. El segundo día hice una excursión a las Cumbres de Cumbemayo, unas formaciones rocosas puntiagudas que sobresalen en el horizonte como si fueran las espinas de una criatura dormida. También visité las Ventanillas de Otuzco, una necrópolis preincaica con nichos tallados en roca volcánica. Los saqueos durante la conquista dejaron huellas, pero las ventanas siguen ahí, silenciosas, mirando al tiempo.

Más al norte está Chachapoyas, en el departamento de Amazonas. Llegar no es fácil. Desde Lima volé a Jaén y después pasé cuatro horas en coche por carreteras llenas de curvas y desprendimientos. Lluvias persistentes, humedad constante. Pero el esfuerzo valió la pena.


El primer día visité el Mausoleo de Revash, tumbas incrustadas en una ladera de montaña. Era un día lluvioso, el camino resbalaba, pero el lugar tenía algo especial. Al día siguiente fui a la Fortaleza de Kuélap, el principal atractivo de la región. Tomé un teleférico que me llevó hasta cerca de la cima. Antes había que subir a pie o en coche, pero ahora el acceso es más sencillo. Kuélap es impresionante. Una muralla rodea los restos de cabañas y edificios de una civilización que precedió a los incas. No es Machu Picchu, pero tiene su propia magia, su propio silencio.




 

El Norte

En el norte de Perú está Trujillo, una ciudad fuera de las rutas turísticas habituales. Fundada en 1535 por Diego de Almagro, es conocida como la Ciudad de la Eterna Primavera. Con casi un millón de habitantes, es la tercera ciudad más importante del país. Su legado arqueológico es inmenso. Cerca de la ciudad están la Huaca del Sol y la Luna, la Huaca del Arco Iris y Chan Chan, la ciudad de adobe más grande del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986.

Visité Trujillo por primera vez en 2015 y regresé en 2017. Siempre me alojé en el Hotel Libertador, en la Plaza de Armas. Desde ahí exploré la ciudad y sus alrededores. Chan Chan es una ciudad precolombina perfectamente alineada. Sus paredes de adobe, a pesar del tiempo y del fenómeno de El Niño, siguen en pie, como una prueba de la maestría de los Chimú. La Huaca del Sol y la Luna tiene murales que muestran guerreros, animales y símbolos de poder. Cada visita a Trujillo me reveló algo nuevo.


Señor de Sipan 


Más al norte, en el departamento de Lambayeque, está Chiclayo, la cuarta ciudad más grande de Perú. Fuimos en junio de 2016, aprovechando un feriado. El objetivo era conocer al Señor de Sipán, un antiguo gobernante mochica cuyos restos fueron descubiertos en 1987. En el Museo Tumbas Reales, en Lambayeque, vi los ornamentos de oro y plata que lo acompañaban en la muerte. También visité el lugar del hallazgo, cerca de Chiclayo.

El último día, el guía nos llevó a la Huaca Chotuna y a la playa de Pimentel. La huaca es poco conocida, pero interesante. Pimentel, con su antiguo cementerio de trenes, tiene un aire melancólico, como un lugar donde el tiempo se detuvo.


30 diciembre 2024

LA SELVA PERUANA



"La ciencia y la educación son pilares fundamentales para el progreso de la humanidad."


LA SELVA

Durante los cuatro años que pasé en Perú, entre 2014 y 2018, tuve la oportunidad de viajar a distintas zonas de la selva. Este inmenso territorio, que abarca 780.000 kilómetros cuadrados —casi un tercio de todo el país—, es un mundo aparte. Para ponerlo en perspectiva: su extensión supera con creces la de toda la península ibérica, que incluye a España y Portugal juntos.

La primera vez que visité la selva fue en Loreto, una región atravesada por el río Amazonas y que comparte frontera con Brasil y Colombia. Su capital, Iquitos, es el principal destino turístico de la selva peruana y una ciudad que solo se puede alcanzar por aire o por agua, ya que no hay carreteras que la conecten con el resto del país. A pesar de su aislamiento, Iquitos es vibrante y caótica, con una historia marcada por la fiebre del caucho, que la transformó entre 1879 y 1912, y por un breve renacimiento durante la Segunda Guerra Mundial.



En Iquitos, usamos la ciudad como base. Cada día salíamos temprano, volvíamos al anochecer. No nos quedamos en un lodge, esas casas de madera en medio de la selva. Preferimos dormir en el hotel, lejos del calor húmedo y los mosquitos.

El primer día fuimos a Nauta, un puerto pequeño a orillas del río. Allí tomamos una embarcación. Navegamos hasta la confluencia del Amazonas, el Marañón y el Ucayali. Tres ríos inmensos, juntándose para formar el Amazonas que sigue su curso hacia Brasil. El agua era oscura, pero todo alrededor estaba vivo: el movimiento de las aves, el silencio entre los árboles, el aire denso.j

Otro día visitamos un centro de recuperación de animales salvajes y un mariposario. Caminamos entre jaulas y senderos, viendo de cerca lo que la selva guarda y lo que intenta recuperar. Los colores de las mariposas eran tan intensos que parecían irreales. En otra excursión, conocimos a los Bora. Una comunidad que vive al borde del río. Nos invitaron a participar en una danza. Bailamos con ellos. Era algo montado para los turistas, pero no dejó de ser interesante. Una pequeña ventana a su vida, o al menos a lo que estaban dispuestos a mostrarnos.

Iquitos tiene algo distinto. Su aislamiento la hace única. No hay carreteras para llegar. Solo el aire o el río te llevan hasta allí. Desde la ciudad, los tours fluviales te prometen días y semanas en el corazón de la selva. Son caros, muy caros. Pero los que los hacen dicen que vale la pena. Navegar por el Amazonas es algo que no se olvida.

Los otros destinos de la selva que visité fueron Puerto Maldonado, en la región de Madre de Dios; Tarapoto, en San Martín; y Pucallpa, en Ucayali. Cada uno de ellos tiene su propio carácter y desafíos, pero todos comparten el calor húmedo, las lluvias torrenciales y la riqueza natural que define a la Amazonía.

Puerto Maldonado es considerado el segundo destino más importante para visitar la selva peruana, después de Iquitos. Aunque no tiene las mismas infraestructuras, las agencias de viaje suelen organizar programas completos que incluyen transporte, alojamiento y excursiones. Aquí también es fundamental viajar con todo planificado, ya que esta región tiene un lado peligroso. La explotación ilegal de oro y la tala clandestina han convertido a Madre de Dios en un lugar conflictivo, con zonas donde la presencia de turistas no es bienvenida.

Llegar a Puerto Maldonado desde Lima es sencillo en avión, pero también es posible hacerlo por carretera desde Cusco, aunque el viaje es largo y agotador: más de 10 horas para recorrer unos 450 kilómetros. A pesar de estas dificultades, Puerto Maldonado ofrece acceso a áreas protegidas como la Reserva Nacional Tambopata, donde la selva se muestra en todo su esplendor.

Tarapoto, en la región de San Martín, es distinta. La llaman la "Ciudad de las Palmeras". Está en la selva alta, donde las montañas comienzan a rendirse y dejan paso a la jungla. Es un lugar tranquilo, sin las grandes atracciones turísticas de otras ciudades. Los extranjeros no suelen llegar hasta aquí, pero para los peruanos es un destino querido. No hay vestigios arqueológicos ni templos antiguos. Su encanto está en la naturaleza, en el verde que te envuelve y en la calma de su ritmo. Pero no todo es sencillo. Esta región también enfrenta sus retos. La hoja de coca se cultiva aquí. Su economía vive entre la legalidad y lo que no se habla mucho.



Pucallpa, en la región de Ucayali, tiene otro aire. A diferencia de Iquitos, se puede llegar en carretera, lo que la hace más accesible. Pero eso no significa que sea fácil. El calor es implacable. La humedad te aplasta. En la temporada de lluvias, las tormentas y los huaicos hacen que moverse sea un problema.

A pesar de todo, tanto Tarapoto como Pucallpa son distintas a otros lugares. Hay una conexión profunda entre sus habitantes y la selva. Eso se nota. En la comida, en la música, en la forma en que viven. Allí la selva no es solo un paisaje; es parte de ellos.

La selva peruana no se parece a nada. Es densa, impredecible, desafiante. Estar allí te cambia. Viajar por sus regiones me ayudó a entender su tamaño, su fuerza, lo que significa para quienes la habitan.

En Loreto, el Amazonas es tranquilo, inmenso. En Tarapoto, la selva alta es distinta: montañas verdes.. Cada lugar tiene su propio carácter, su propia manera de mostrar lo que es la Amazonía. Un ecosistema diferente. 


09 diciembre 2024

BAVIERA EN NAVIDAD



Ayuntamiento. Marieplatz


"Si algo puede salir mal, saldrá mal."




La última vez que habíamos pisado Baviera fue en el verano de 2012. Por aquel entonces, en apenas cinco días, exploramos Múnich, Salzburgo, Augsburgo y Füssen. Esta vez, más de una década después, decidimos regresar, pero en un escenario completamente diferente: finales de noviembre, entre el 26 y el 3 de diciembre, acompañados de mi hermana y mi cuñado. El reencuentro con esta tierra fue un mosaico de experiencias, repleto de luces navideñas y paisajes invernales, eso sí, sin nieve.


Llegamos por la tarde y nos instalamos en el hotel Abasto Feldmoching, a media hora en metro del centro de Múnich. Esa primera noche fue breve. Cenamos y nos fuimos a descansar. La mañana siguiente nos llevó al Palacio de Nymphenburg, situado a las afueras de la ciudad. El trayecto, aunque sencillo gracias al eficiente sistema de transporte bávaro, tuvo su dosis de experienci: 12 paradas de metro hasta la estación central y, desde allí 7 en el tranvía de la Línea 17 que nos dejó justo en la puerta.


Múnich, como siempre, destaca por la puntualidad y frecuencia de sus transportes públicos. La IsarCard, que adquirimos con validez para toda la semana, fue nuestra aliada indispensable. Por apenas 18 euros por persona, nos permitió desplazarnos ilimitadamente en metro y tranvías, un gran ahorro si consideramos que un trayecto sencillo cuesta 3,90 €. La tarde del 27, después de visitar el palacio, la dedicamos a pasear por la ciudad y observar  los mercadillos navideños, que comenzaban a desplegar su magia en cada rincón.



Palacio Nypemburg



Salzburgo y un desliz en el tren

El día 28 amaneció con un nuevo destino en mente: Salzburgo, la ciudad de Mozart. Tomamos un tren regional gracias a un billete grupal económico. Sin embargo, por las prisas y un despiste mío, nos subimos a un tren rápido, lo que nos obligó a pagar un suplemento durante el trayecto. El regreso, por suerte, lo hicimos correctamente con los billetes originales. En Salzburgo nos dedicamos a lo más típico: visitamos la imponente Fortaleza de Hohensalzburg, recorrimos mercadillos y almorzamos en un restaurante italiano. Mientras ellos exploraban el Palacio Episcopal, junto a la catedral, yo me fui a ver de nuevo y fotografiar la Iglesia de San Pedro, el cementerio adyacente y el limitado pero interesante centro histórico. A pesar de su fama, Salzburgo nunca me ha cautivado demasiado; para mí, es una ciudad sin un atractivo especial más allá de su estética impecable.

 

Redescubriendo Múnich

El 29 lo dedicamos a profundizar en el centro de Múnich. Recorrimos su catedral, algunas iglesias y, por supuesto, los omnipresentes mercadillos navideños. Noté cambios significativos desde mi última visita: el centro, aunque reconocible, lucía con más amplitud, modernidad y tiendas renovadas. La transformación de la ciudad era palpable, como si el tiempo no solo hubiese pasado, sino dejado huella.

El día 30 nos quedamos en Múnich para visitar la Residenz, el antiguo palacio de los reyes bávaros. Su reconstrucción, tras los estragos de la Segunda Guerra Mundial, es impresionante. De hecho, gran parte de Múnich fue arrasada durante el conflicto, y caminar por sus calles es como admirar una ciudad que se rehízo a sí misma.

 

Augsburgo

El 1 de diciembre nos desplazamos a Augsburgo, esta vez en un tren regional económico. La ciudad nos recibió con un frío matutino que intensificaba el ambiente navideño. Paseamos por el mercadillo de la plaza del Ayuntamiento, visitamos la catedral, la iglesia de San Ulrich y Santa Afra y también la sinagoga, símbolos de una ciudad con raíces profundas y variadas. Aunque pequeña, Augsburgo nos ofreció un respiro tranquilo.




Estación Ausburg


 

Conclusiones bajo las luces navideñas

El último día lo reservamos para caminar por Múnich y hacer las compras de regalos. Aunque los mercadillos navideños bávaros son pintorescos, debo admitir que no alcanzan el encanto de los de Viena, donde los puestos dedicados a ornamentos navideños superan con creces a los de comida. Además, noté un cambio cultural en Múnich desde 2012: una diversidad racial y cultural más marcada, algo que observo en muchos lugares a los que he regresado tras una década, con la excepción de Viena.

En cuanto al clima, fuimos afortunados. Excepto por el día lluvioso en Salzburgo, el frío fue moderado y las predicciones de temperaturas gélidas y nieve no se materializaron.


Así cerramos otro capítulo navideño en una ciudad centroeuropea, cargados de recuerdos. No creo que regresemos a Baviera. 

 

21 noviembre 2024

CANTABRIA

 





"Viajar es detener el tiempo mientras avanzas."




Del 24 al 29 de septiembre, mi hermana, mi cuñado, Carmen y  yo emprendimos un estupendo viaje por Cantabria, una región que combina historia, naturaleza y una gastronomía que invita a saborear cada rincón. Nos alojamos en los apartamentos Natura, en Santillana del Mar, una localidad que parece detenida en el tiempo, con calles empedradas y fachadas históricas. Los apartamentos fueron el lugar perfecto para descansar tras nuestras jornadas: cómodos, modernos y con una ubicación privilegiada que nos permitió movernos con facilidad.







El primer día lo dedicamos a Comillas, una de las joyas del modernismo español. Nuestra primera parada fue el célebre Capricho de Gaudí, una de las obras más originales del arquitecto catalán. Este edificio, de estilo modernista, destaca por su fachada revestida de cerámicas en forma de girasoles que brillan al sol, un homenaje a la naturaleza que Gaudí integró magistralmente en la arquitectura. Los detalles, como las columnas de hierro fundido y los balcones ornamentados, nos dejaron fascinados. Paseamos por el encantador centro de Comillas, con sus calles empedradas y ambiente señorial, antes de detenernos a almorzar en el restaurante Las Caseras. Allí probamos el famoso cocido montañés, un guiso contundente hecho con alubias, berza y productos del cerdo, que se convirtió en una experiencia culinaria tan satisfactoria como inolvidable.

Por la tarde, nos dirigimos a Llanes, ya en Asturias, donde recorrimos su casco histórico, con sus casas blasonadas y pequeñas plazas llenas de encanto. Bajamos hasta una playa cercana, un rincón de arena dorada y aguas agitadas, pero la lluvia nos sorprendió antes de poder disfrutar del paisaje por completo. Nos refugiamos en una chocolatería del centro, donde el aroma a chocolate caliente y dulces recién hechos nos acogió como un abrazo en medio del clima gris. La tarde transcurrió entre charlas, un cierre perfecto para nuestro primer día de viaje.




El segundo día amaneció lluvioso, pero eso no impidió que continuáramos con nuestros planes. Nos dirigimos a las Cuevas de Altamira, aunque, como es habitual, visitamos su réplica, una reproducción fiel que permite imaginar cómo debió ser el mundo en el que vivieron nuestros antepasados. Las pinturas rupestres, con sus figuras de bisontes, ciervos y caballos, realizadas con sorprendente detalle hace más de 14.000 años, nos transportaron a otra época. Contemplar cómo aquellos primeros artistas capturaron la esencia de los animales en un entorno oscuro y limitado fue una gran experiencia.

Al mediodía, comimos en el restaurante Plaza Mayor, en Santillana del Mar, un lugar con platos típicos y un ambiente acogedor. Por la tarde, visitamos la Colegiata de Santa Juliana, una joya del románico cántabro. Su claustro es particularmente impresionante, con columnas decoradas con capiteles labrados que narran escenas bíblicas y motivos vegetales. El silencio del lugar, roto solo por el eco de nuestros pasos, nos hizo reflexionar sobre las generaciones que han pasado por allí, dejando su huella en la piedra.







El día 27 decidimos cruzar a la provincia vecina de Palencia para visitar Aguilar de Campoo, un pueblo que Carmen y yo ya habíamos explorado tres años atrás, pero que nos emocionaba compartir con mi hermana y cuñado. Empezamos por la colegiata de San Miguel, cuyo interior destaca por su imponente altar mayor y la serenidad que impregna cada rincón. Fue un momento de redescubrimiento.

Comimos en el restaurante El Barón, un lugar que habíamos visitado en nuestro viaje anterior y que, lamentablemente, pronto cerrará por la jubilación de su propietario. La comida fue tan deliciosa como la recordábamos, y nos sentimos agradecidos de haber regresado antes de su despedida definitiva. Por la tarde, visitamos dos templos románicos que son referentes en la historia del arte español: Santa María la Real y Santa María de Nava. Santa María la Real nos cautivó con su magnífica portada, decorada con figuras en relieve que parecen cobrar vida, y su entorno tranquilo. Por su parte, Santa María de Nava, más austera, nos impactó por su sencillez y equilibrio, un ejemplo perfecto de la sobriedad románica. Al regresar a Santillana esa noche, quedamos satisfecho por todo lo vivido.




El último día antes de regresar a casa lo dedicamos a Santander, la capital de Cantabria. Aunque yo ya había estado allí varias veces por motivos profesionales y una vez por turismo, siempre es interesante redescubrir una ciudad desde una perspectiva diferente. Santander no destaca especialmente por sus monumentos, y la catedral, que podría ser uno de ellos, estaba cerrada al público por la celebración de bodas, además de requerir una entrada de pago en otras ocasiones. Sin embargo, disfrutamos mucho del Mercado Municipal, un lugar lleno de productos locales y una oportunidad perfecta para comprar algunos recuerdos gastronómicos.

Tras almorzar en el restaurante Querida Margarita, dimos un largo paseo por el centro, el paseo marítimo y las playas urbanas. La brisa del mar y las vistas nos invitaron a saborear cada instante antes de emprender el regreso.

El día de regreso, hicimos una última parada en el Parador de Lerma, en la provincia de Burgos. Este edificio histórico, que combina la arquitectura renacentista con el lujo moderno, nos sorprendió con su belleza. Aprovechamos para tomar un café y comprar algunos recuerdos en su tienda, una forma ideal de cerrar un viaje lleno de historia, paisajes y sabores inolvidables.

A las siete de la tarde estábamos de vuelta en El Campello, cansados pero contentos por los días vividos. Cantabria y sus alrededores nos ofrecieron una experiencia que quedó grabada  en fotografías.

11 noviembre 2024

AMSTERDAM

 


Ayuntamiento 


"El viaje no solo amplía la mente, la forma."
Bruce Chatwin




En la semana de Pascua de 2011, decidimos hacer una escapada a Ámsterdam, la capital de los Países Bajos. Volamos desde Alicante, aprovechando las vacaciones para conocer una de las ciudades más famosas de Europa. Aunque Ámsterdam es conocida por sus canales y su estilo de vida relajado, he de admitir que, para mí, no fue de las ciudades que más me cautivaron entre todas las que he visitado.

El viaje comenzó con una visita al Museo de Vincent Van Gogh, una de las principales atracciones de la ciudad. Fue una experiencia muy enriquecedora poder ver tantas obras icónicas del famoso pintor, aunque no pudimos tomar fotografías dentro del museo, excepto en el vestíbulo al llegar. Aun así, fue fascinante contemplar de cerca algunas de las pinturas más famosas de Van Gogh, y creo que es uno de los puntos destacados del viaje.


Canal en Amsterdam


Un par de días después, paseamos por el Mercado de las Flores, que está situado junto a uno de los canales. Allí nos sumergimos en una explosión de colores, rodeados de tulipanes y otros bulbos y flores características de la región. Es un lugar que capta muy bien la esencia floral de los Países Bajos y un rincón muy pintoresco de la ciudad.

También tuvimos la oportunidad de ver desde el exterior el Palacio Real en la Plaza Dam, un edificio histórico importante que forma parte de las residencias oficiales de la Familia Real Holandesa. Sin embargo, no pudimos visitar uno de los museos más relevantes de la ciudad, el Rijksmuseum, que estaba en plena remodelación durante nuestra visita, lo cual fue una pena.

Mis impresiones personales

Ámsterdam es, sin duda, una ciudad encantadora, sobre todo para quienes disfrutan de pasear sin rumbo fijo a lo largo de sus canales. Las casas antiguas con sus fachadas inclinadas, los puentes que conectan las islas de la ciudad y las bicicletas que inundan cada rincón ofrecen una imagen que muchos encuentran inolvidable. Sin embargo, para mí, fue una ciudad que, aunque agradable, no me dejó una huella tan profunda como otras capitales europeas.

Uno de los momentos que quizás influyó en mi percepción fue el estado de la Plaza Dam. Durante nuestra estancia, la plaza estaba ocupada por una feria con una gran noria y otros elementos, lo que impedía disfrutar plenamente de la vista de este emblemático espacio. Tampoco visitamos el Museo de Madame Tussauds, que aunque popular, no despertaba demasiado interés en nuestro caso.

Rijkmuseum



Otros rincones de la ciudad

Aunque mi recuerdo general de Ámsterdam se centra en sus canales y algunos edificios bonitos a lo largo de ellos, la ciudad tiene otros lugares dignos de mención que también visitamos. Un paseo por el Barrio de Jordaan nos llevó a descubrir un rincón más auténtico y local. Este barrio, lleno de pequeñas boutiques, cafeterías acogedoras y calles pintorescas, refleja una faceta más tranquila y menos turística de la vida cotidiana en Ámsterdam.

El Vondelpark, el parque urbano más grande de la ciudad, también es un lugar excelente para relajarse, aunque solo lo vimos desde el exterior. Es un espacio verde muy popular entre los locales para hacer picnics o simplemente disfrutar de un paseo, y sin duda sería un lugar ideal para desconectar un poco del bullicio de la ciudad.

Al final, Ámsterdam es una ciudad que tiene mucho que ofrecer, especialmente si disfrutas de sus museos, parques y el encanto de sus canales. Sin embargo, para mí, no destacó tanto como otros destinos que he visitado. Aun así, es un lugar que merece una visita, aunque solo sea para disfrutar de su arte, su cultura ciclista y el ambiente relajado que se respira a orillas de sus numerosos canales.

SUR DE PERU