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02 agosto 2023

MARRAKECH. MARRUECOS



                plaza Jemaa El Fna

El mejor profeta del futuro es el pasado.


Lord Byron




Marrakech

Nuestro viaje a Marrakech comenzó con una excelente oferta: gracias a mis avíos acumulados, solo pagamos 42 euros por billete. Volamos desde Alicante con escala breve en Barcelona. Aterrizar en Marrakech fue como cruzar a otro mundo: el aire seco del desierto, el bullicio del aeropuerto y los trámites de inmigración nos anticipaban una experiencia exótica.

Aunque el aeropuerto está cerca del centro, el trayecto pareció un ritual de transición. Pedí al encargado de la riadque nos gestionara el transporte. Al llegar a la medina, el coche tuvo que detenerse: las calles se estrechan tanto que solo se puede continuar a pie. Caminamos entre muros ocres y serpenteantes, sintiendo que cada rincón escondía siglos de historia.

Nuestra riad: Oasis en la medina

Lriad (una tradicional casa marroquí) donde nos alojamos fue un remanso de paz. Distribuida en tres plantas alrededor de un patio interior con fuente, nos ofreció ese sosiego que tanto se agradece después del bullicio diario. Desde las ventanas, todo se abría hacia ese patio tranquilo, donde cada mañana comenzaba con té a la menta y el murmullo del agua.

Aunque no estábamos cerca de la Plaza Jemaa El Fna, esa cierta lejanía fue un regalo: dormir alejados del bullicio y explorar la ciudad en trayectos pausados.

 


Cinco días en Marrakech (¿quizá dos habrían bastado?)

Marrakech es una ciudad intensa. Vivimos su esencia durante cinco días, aunque sinceramente, dos hubieran sido suficientes. El alma de la ciudad vibra en la Plaza Jemaa El Fna, un mosaico de vendedores, músicos, encantadores de serpientes y cuentacuentos. Cada esquina parece sacada de un sueño o una película.

A pocos pasos, el zoco despliega sus laberintos de color y aroma. Alfombras, especias, cerámicas, cuero… cada giro en las calles era una nueva sorpresa.

  • Palacios y ruinas: Algunos espléndidos, otros desmoronados pero evocadores.

  • Jardín Majorelle: El más impresionante. Verde, arte y calma.

  • La Menara: Gran estanque y jardines, más simbólico que emotivo.


Moverse por la ciudad

Compramos un pase de autobús turístico, lo que hizo mucho más sencilla la movilidad entre monumentos, jardines y barrios. A pesar del calor y la intensidad de la ciudad, el transporte ayudó a que la experiencia fuera más llevadera.

 Essaouira: Respiro del océano


Excursión desde Marrakech

Al tercer día, buscamos aire fresco y partimos rumbo a Essaouira, en la costa atlántica. Aunque solo son 180 km, tardamos más de tres horas. Las paradas en el camino valieron la pena: vimos cabras encaramadas en olivos y aprendimos sobre la extracción del aceite de onagra, típico de la región.

Tranquilidad costera

Essaouira fue una pausa serena. Caminamos por el puerto pesquero, observamos su fortaleza junto al mar y nos perdimos por sus calles blancas. Solo pasamos unas horas, pero bastaron para entender que el ritmo aquí es otro. Tranquilo, sin prisas, como si el tiempo también descansara.

Marrakech y Essaouira nos ofrecieron dos caras muy distintas de Marruecos. De la intensidad abrumadora de la ciudad roja, a la brisa pausada de la costa. Un viaje que, a pesar del cansancio de algunos trayectos, nos permitió conocer más de cerca la diversidad y riqueza de este país.

 
 
 

Oporto y el Centro de Portugal