Saber y saberlo demostrar, es saber dos veces.
Baltasar Gracián
En el corazón montañoso de la provincia de Valencia, el casco antiguo de Bocairent se despliega como una joya detenida en el tiempo. Declarado conjunto histórico-artístico, este rincón es una parada obligada para cualquier viajero que, desde la carretera, haya sentido el impulso de detenerse ante la vista majestuosa del pueblo encaramado sobre la roca.
Sus calles, de trazo laberíntico y esencia morisca, serpentean entre subidas empinadas y bajadas vertiginosas, escoltadas por escaleras de piedra, plazuelas escondidas y callejones que parecen susurrar secretos de otras épocas. Pasear por Bocairent es dejarse llevar por el pulso antiguo de sus muros, con los sentidos alerta y calzado cómodo, porque cada rincón guarda una promesa de belleza inesperada. Las fuentes y las macetas rebosantes de flores añaden color y frescura al recorrido, y nos guían hacia las pequeñas ermitas que salpican el casco antiguo: Sant Joan, Mare de Déu dels Desemparats y Mare de Déu d’Agost.
En la cima del pueblo se erige, solemne, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, custodiando el museo parroquial que guarda la memoria de generaciones. Más abajo, en la placeta de Sant Vicent, el Museo de Oficios y Costumbres abre sus puertas, mostrando con orgullo un telar antiguo que aún funciona, como si el tiempo no hubiese pasado.
Bocairent es un tesoro escondido, apenas a una hora de El Campello, que invita a quien lo visita a perderse en su laberinto de piedra y descubrir, con cada paso, las huellas de una historia que sigue viva. Hace unos días estuvimos allí, y este fue el recuerdo que nos llevamos: un paseo por las entrañas de un pasado que, en Bocairent, es presente eterno.
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