"Cogito, ergo sum."
Descartes
UBEDA Y BAEZA
El 25 de julio llegamos a Úbeda cuando el sol empezaba a teñir las fachadas de piedra de un dorado cálido. Las calles, empedradas y silenciosas, parecían susurrar historias de otra época. Nos dirigimos a nuestro apartamento, "El Architectura", ubicado en pleno centro, desde donde se alcanzaba a ver la imponente silueta de algunos palacios renacentistas. Después de dejar las maletas, decidimos caminar un poco para estirar las piernas y buscar provisiones en un supermercado cercano. Mientras el atardecer envolvía la ciudad, sentimos que el tiempo transcurría de una manera distinta en Úbeda. Era como si, entre esas piedras centenarias, el pasado aún estuviera muy presente.
Baeza |
Al día siguiente, tras un desayuno ligero en el apartamento, comenzamos nuestro recorrido por las joyas renacentistas de Úbeda. El Palacio Vela de los Cobos se erigía frente a nosotros con una solemnidad que parecía desafiar los siglos. Las ventanas de hierro forjado, los escudos de armas esculpidos en la piedra… Todo evocaba un pasado de grandeza y poder. Imaginé a los nobles que alguna vez caminaron por esos mismos pasillos, discutiendo los asuntos del reino. También visitamos la casa donde nació Joaquín Sabina. Aunque la fachada era sencilla, había algo poético en saber que, en ese lugar, uno de los grandes trovadores contemporáneos había comenzado su vida.
Úbeda |
Por la tarde, después de un breve descanso, fuimos a Baeza, una ciudad que se siente más recogida, más tranquila, pero no menos majestuosa. La Universidad, con su fachada severa y sus columnas de piedra, me hizo imaginar a los estudiantes del siglo XVII debatiendo sobre filosofía y teología en sus fríos salones de piedra. El tiempo parecía detenerse entre esas paredes.
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