Demagogia en la política española: cómo funciona y sus efectos
“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos.”
— Louis Dumur
La demagogia no es nueva. Desde Atenas hasta hoy, ha sido el arma de líderes que manipulan emociones, simplifican realidades y dividen sociedades. Apelan al miedo, al resentimiento o a la esperanza para aferrarse al poder. Este artículo analiza cómo funciona ese mecanismo, con especial énfasis en el caso español actual.
¿Cómo funciona la demagogia?
La demagogia sigue un patrón reconocible, donde el discurso sustituye al argumento y la emoción desplaza a la razón:
- Manipulación emocional: apelar a miedos o esperanzas en lugar de razones.
- Promesas simplistas: ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos.
- Creación de enemigos: señalar culpables externos —reales o ficticios— para cohesionar al grupo.
- Desinformación: usar medias verdades o tergiversaciones.
- Culto al líder: presentar al dirigente como salvador por encima de críticas o instituciones.
Consecuencias sociales
La demagogia alimenta la polarización, destruye puentes de diálogo y erosiona la confianza en las instituciones. Funciona especialmente bien en contextos de crisis, donde el miedo vuelve más vulnerables a las masas. En España, se ha convertido en una herramienta recurrente de campaña y gobierno.
Demagogia política en España
1. Populismo transversal
Tanto la izquierda como la derecha han recurrido al populismo. Podemos y Sumar lo hacen desde el discurso antisistema, mientras que Vox lo explota desde el nacionalismo y el rechazo a la inmigración. Ambos polos utilizan el mismo recurso: la emoción antes que el argumento.
2. Polarización permanente
La lógica del “nosotros contra ellos” se ha instalado en el debate público. Algunos partidos minoritarios condicionan la política nacional mediante el chantaje parlamentario, un fenómeno que muchos describen como “tiranía de la minoría”.
3. Desprestigio institucional
En los últimos años, el propio Gobierno ha dirigido ataques verbales al Poder Judicial o al Tribunal Constitucional, insinuando que actúan como brazos de la derecha. Este tipo de narrativa erosiona la credibilidad de las instituciones y profundiza la desconfianza social.
El caso Pedro Sánchez
El presidente ha recurrido con frecuencia a una narrativa emocional que enfrenta al “pueblo trabajador” contra las “élites económicas”. En debates y campañas, ha identificado al PP y a Vox como amenazas sociales. Aunque esta táctica moviliza a sus bases, también aumenta la tensión política y dificulta los acuerdos.
Ejemplos recientes
- Reforma del SMI: presentada como victoria del pueblo frente a los empresarios, sin debate sobre sus efectos económicos.
- Renovación del CGPJ: ante la falta de consenso, se acusó al poder judicial de servir a intereses partidistas.
- Críticas al TC: sentencias contrarias tratadas como ataques ideológicos, no como decisiones independientes.
Conclusión
La demagogia funciona: moviliza votantes, fideliza públicos y genera titulares. Pero a largo plazo, debilita la democracia. Simplifica el debate, degrada las instituciones y alimenta la división.
“La calidad democrática no se mide solo por lo que se propone, sino por cómo se defiende y con qué respeto se trata al adversario.”
España necesita menos relato emocional y más responsabilidad institucional. La política debe volver a ser un espacio de hechos, no de ficciones discursivas.