CURSUS HONORUM Y POLITICA ACTUAL

 


Una comparación institucional necesaria

 

El cursus honorum romano ha sido estudiado durante siglos como un mecanismo institucional destinado a garantizar que los cargos públicos fueran ejercidos por personas con experiencia previa en la administración del Estado. Aunque surgió en un contexto social profundamente desigual, constituye un modelo útil para analizar un problema que afecta a muchas democracias contemporáneas: la ausencia de requisitos mínimos de preparación para ejercer responsabilidades políticas de alto nivel.

A continuación se presenta una comparación estricta entre ambos sistemas y sus implicaciones en la gobernabilidad.


1. El Cursus Honorum como mecanismo de profesionalización política

 

El cursus honorum establecía una secuencia de cargos obligatoria:

  1. Cuestor — gestión financiera y administrativa.
  2. Edil — supervisión urbana, logística y orden público.
  3. Pretor — administración de justicia.
  4. Cónsul — responsabilidad máxima en lo civil y militar.

 

Este proceso cumplía varias funciones estructurales:

  • Filtrado de incompetencias: quienes no demostraban capacidad no ascendían.
  • Acumulación progresiva de experiencia: cada cargo ampliaba conocimientos prácticos del Estado.
  • Limitación del acceso al poder: solo personas con trayectoria verificable podían ejercer la magistratura suprema.
  • Legitimidad institucional: el ascenso estaba vinculado a méritos internos del sistema, no al azar ni a la popularidad.

Si bien el mecanismo era excluyente, su lógica interna respondía a una necesidad fundamental en cualquier Estado complejo: minimizar la improvisación en la toma de decisiones.


2. Democracia moderna y acceso abierto: logros y vulnerabilidades

 

La expansión democrática de los últimos dos siglos se basa en principios opuestos al modelo romano:

igualdad política, universalidad del sufragio y libre acceso a la representación.

Este cambio ha permitido:

  • la inclusión de grupos históricamente marginados,
  • una mayor pluralidad social,
  • la renovación periódica de dirigentes,
  • y el control político a través del voto.

Sin embargo, el acceso abierto también genera desafíos estructurales:

 

2.1. Ausencia de requisitos de formación

En la mayoría de democracias no se exige conocimiento previo en:

  • gestión pública,
  • economía,
  • derecho administrativo o constitucional,
  • políticas sectoriales básicas.

 

El resultado es que personas sin competencias mínimas pueden obtener cargos de gran responsabilidad, lo cual afecta la calidad de la gobernanza.

 

2.2. Dependencia excesiva de asesores

Los asesores cumplen una función técnica necesaria, pero presentan dos problemas centrales:

  • No son electos y no rinden cuentas.
  • No corrigen la falta de criterio del cargo político que toma la decisión final.

Esto genera un fenómeno frecuente: representantes que firman decisiones que no comprenden en su totalidad, algo impensable en sistemas políticos basados en la “carrera pública”.

 

2.3. Popularidad como sustituto de preparación

Las redes sociales, la comunicación emocional y los liderazgos mediáticos permiten que personas con escasa experiencia lleguen al poder gracias al impacto de sus mensajes, no por su solvencia técnica.

Se produce así una paradoja contemporánea:

mayor acceso político, pero menor profesionalización del liderazgo público.


3. ¿Formación obligatoria para cargos públicos? Un debate pendiente

 

El contraste entre Roma y la actualidad lleva a un análisis inevitable:

¿Debe exigirse una capacitación mínima para quienes desean gobernar?

El argumento no es elitista, sino institucional:

  • Para ejercer medicina se requiere formación.
  • Para pilotar un avión también.
  • Para administrar un Estado, en cambio, no existe exigencia alguna más allá de obtener votos.

Una formación básica en ética pública, derecho constitucional, economía y administración ayudaría a reducir errores derivados de la improvisación, fenómeno cada vez más frecuente en democracias con alta rotación política.


4. El equilibrio perdido: inclusión sin profesionalización

 

El sistema romano limitaba el acceso al poder, pero garantizaba cierta competencia técnica.

La democracia moderna garantiza el acceso, pero ha debilitado los mecanismos de profesionalización política.

Este desajuste provoca varios efectos:

  • Decisiones públicas sin fundamento técnico suficiente
  • Políticas inestables por desconocimiento de sus consecuencias
  • Auge del populismo emocional frente al análisis racional
  • Pérdida de confianza ciudadana en la eficacia del Estado

La gobernabilidad requiere tanto legitimidad democrática como competencia técnica. Cuando uno de los dos elementos falla, el sistema se vuelve frágil.



Conclusión

 

La comparación entre el cursus honorum romano y la política actual no pretende idealizar el pasado, sino señalar una carencia presente:

la ausencia de mecanismos sólidos de profesionalización para quienes aspiran a gobernar.

Roma excluía, pero formaba; las democracias modernas incluyen, pero no siempre preparan.

El desafío contemporáneo consiste en encontrar un equilibrio entre:

  • acceso igualitario,
  • responsabilidad de gobierno, y
  • competencia técnica mínima.

Hasta que ese equilibrio no se alcance, la distancia entre representación política y capacidad real de gestión seguirá siendo una de las principales debilidades de las democracias actuales.