Gran Canal de Venecia |
Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
Confucio
INTRODUCCIÓN
En noviembre de 2009, emprendimos un viaje hacia la región del Véneto, famosa por su joya más resplandeciente: Venecia. Desde el primer instante, la ciudad nos envolvió en su atmósfera única, con sus canales serpenteantes y su historia flotando en el aire. Recorrer la Plaza de San Marcos al atardecer, mientras la luz dorada del sol se reflejaba en las tranquilas aguas, fue una experiencia que se grabó en nuestra memoria. Veníamos de haber explorado Roma unos meses antes, en mayo de ese mismo año, pero Venecia, con su encanto enigmático, nos ofrecía un mundo completamente distinto.
El viaje comenzó en Alicante, desde donde volamos a Bolonia con Ryanair. Aunque Bolonia pertenece a Emilia-Romaña, decidimos hospedarnos allí tanto a la llegada como al regreso, aprovechando la oportunidad para perdernos en su casco histórico, con sus pórticos interminables y su cálida atmósfera otoñal. Para explorar el Véneto, optamos por el tren como medio de transporte. Con los billetes comprados por internet en Trenitalia, nos movimos cómodamente entre ciudades. Al día siguiente de nuestra llegada, tomamos un tren hacia Venecia, para descubrir sus secretos, sus palacios antiguos y la magia que parecía emanar en cada rincón.
Plaza de San Marcos |
VENECIA
Subimos al Campanile, la torre que se alza sobre la plaza, y desde allí, Venecia se desplegó bajo nuestros pies como un mosaico de tejados rojos, canales relucientes y cúpulas doradas. La vista panorámica fue de esas que te dejan sin aliento. Después, visitamos la majestuosa Basílica de San Marcos, un espacio lleno de misticismo, con sus mosaicos brillando bajo la luz tenue del día. Fue una experiencia que marcó el tono de nuestro viaje, envolviéndonos en la historia y el arte veneciano.
El segundo día fue igualmente estupendo. Dedicamos la mañana a navegar por el Gran Canal, una experiencia imprescindible para cualquier visitante. Lo hicimos a bordo de un “vaporetto”, el autobús acuático que se desliza lentamente entre los palacios que se alinean a ambos lados del canal. Disfrutamos del sol en nuestros rostros mientras capturábamos con nuestras cámaras las fachadas barrocas, los balcones cargados de flores y el ir y venir de góndolas y embarcaciones locales.
Uno de los momentos más destacado fue cruzar el famoso Puente de Rialto, con sus arcos de piedra y su bullicio incesante. Nos tomamos un tiempo para explorar el mercadillo cercano, lleno de vida, colores y el aroma de especias y frutas frescas. La tarde avanzaba y, al final del día, vimos cómo la marea comenzaba a subir lentamente. El agua, como un susurro, se filtraba a través del alcantarillado en la Plaza de San Marcos. Aunque no llegó a inundar por completo la plaza, fue una muestra de la naturaleza cambiante y viva de esta ciudad flotante.
VERONA
Comenzamos nuestro recorrido por las plazas más emblemáticas, como la Piazza delle Erbe, un espacio vibrante rodeado de edificios históricos cuyas fachadas parecían pintadas por el tiempo. La plaza estaba llena de vida, con cafés al aire libre y mercados que ofrecían desde frutas frescas hasta artesanías locales.
Nuestro siguiente destino fue la majestuosa Arena de Verona, un impresionante anfiteatro romano que aún conserva el eco de los tiempos antiguos. Su estructura, imponente y solemne, nos dejó maravillados. En esta ocasión, el lugar estaba preparado para acoger un concierto, lo que añadía una curiosa mezcla de lo antiguo y lo contemporáneo, como si Verona quisiera recordarnos su capacidad de adaptarse a cada época sin perder su esencia.
Después de la Arena, nos dirigimos a uno de los lugares más icónicos de la ciudad: la Casa de Julieta. Allí, ante el famoso balcón que evoca la leyenda de Romeo y Julieta, nos detuvimos un momento. Aunque es solo un símbolo literario, el balcón sigue siendo un imán para los corazones románticos. Las paredes cercanas, llenas de mensajes de amor escritos por visitantes de todo el mundo, daban testimonio del legado eterno de la obra de Shakespeare.
Para el almuerzo, encontramos una acogedora trattoria local, donde degustamos la deliciosa gastronomía veronesa. El sabor de los platos caseros, fue el cierre perfecto para nuestro día en esta ciudad tan especial.
Al caer la tarde, tomamos el tren de regreso a Venecia. De vuelta en nuestro hotel, ubicado en una tranquila calle peatonal.
VICENZA
Comenzamos nuestra visita en la Plaza del Ayuntamiento, un espacio que parecía diseñado para maravillar a quien lo contempla. Los edificios que la rodean, con líneas claras y proporciones perfectas, llevan la firma inconfundible de Palladio. Era imposible no detenerse y admirar la belleza serena y matemática de sus fachadas, donde la arquitectura se convierte en poesía.
Sin embargo, el verdadero punto culminante fue el Teatro Olímpico. Este teatro renacentista, otra de las grandes joyas de Palladio, nos dejó sin palabras. Al cruzar sus puertas, fuimos transportados a otro tiempo: el esplendor de su escenario y la ilusión óptica de las calles que se extienden hacia el horizonte nos hicieron sentir como si estuviéramos en una obra clásica, en pleno corazón del Renacimiento. La combinación de mármol, columnas y detalles minuciosos reflejaba no solo la habilidad técnica de Palladio, sino su capacidad para evocar una grandeza atemporal.
Vicenza es famosa por su arquitectura renacentista, y no podíamos dejar de ver dos de sus mayores tesoros. La Basílica Palladiana, situada en la plaza del Ayuntamiento con su majestuosa logia de mármol blanco, se alza como un monumento a la simetría y el orden, un templo diseñado por Palladio que es considerado una de las obras maestras más importantes del mundo.
Con cada paso en Vicenza, nos sentíamos más conectados con la historia, el arte y la visión de Palladio, un arquitecto que transformó para siempre la manera en que entendemos el espacio y la belleza.
PADUA
El 9 de agosto, comenzamos el día con una visita a uno de los monumentos más emblemáticos: la Basílica de San Antonio. Desde la distancia, sus cúpulas se alzaban majestuosamente, perfilándose contra el cielo como guardianas de siglos de fe y devoción. Al acercarnos, pudimos apreciar la magnitud de su estructura, que impresiona no solo por su tamaño, sino por la atmósfera solemne que la rodea. Las cúpulas, con su arquitectura inconfundible, parecían susurrar historias de tiempos pasados.
Después de recorrer la basílica, nos dirigimos a la Universidad de Padua, una de las más antiguas y prestigiosas de Europa. Al atravesar sus históricos pasillos, era imposible no sentir la influencia de las mentes brillantes que alguna vez caminaron por allí. Galileo, Vesalio y tantos otros dejaron su huella en este recinto, un lugar donde el conocimiento floreció durante el Renacimiento y más allá. Estar allí, en un sitio que ha sido testigo de descubrimientos y debates que moldearon el mundo moderno, fue una experiencia inspiradora.
Nuestra siguiente parada fue el Palacio de la Razón, o Palazzo della Ragione, otro de los edificios emblemáticos de la ciudad. Al entrar, nos sorprendió el estado de conservación de su interior, con sus paredes ricamente decoradas con pinturas que narran escenas y temáticas de diversa índole. Cada fresco parecía contar una historia, y caminamos lentamente, admirando la minuciosidad de los detalles y el vibrante colorido que aún permanece a pesar del paso de los siglos.
Después de un día lleno de historia y cultura, regresamos por la tarde a nuestro acogedor hotel B&B, donde nos alojábamos. Padua nos dejó un estupendo recuerdo, una ciudad donde cada rincón está impregnado de historia, arte y conocimiento.