07 enero 2025

LA SIERRA DE PERU

 





La estupidez es más difícil de corregir que la ignorancia, porque, mientras que la ignorancia se puede educar, la estupidez es una elección."


La Sierra Central

Huánuco es una ciudad sencilla. Está en el interior de Perú, a orillas del río Huallaga, rodeada de montañas que llegan a más de 6,000 metros. No es un destino turístico típico, pero decidí ir. Era Semana Santa de 2018, un mes antes de regresar a España. Quería conocer un lugar nuevo, aunque sabía que los atractivos eran pocos.

Opté por dos recorridos que ofrecían las agencias locales. El primero me llevó al Templo de las Manos Cruzadas, un sitio arqueológico a cinco kilómetros de la ciudad. El templo es modesto. Lo más notable son dos manos talladas en una pared, cruzadas, que miran desde los siglos. El segundo recorrido incluía la Casa de la Perricholi, una actriz del siglo XVIII famosa por su relación con un virrey español. El tour también pasaba por una fábrica de azúcar y una casa que decían estaba embrujada. Historias para turistas, pensé.

La ciudad misma tiene poco que mostrar. Caminé por la Plaza de Armas y me alojé en el Gran Hotel Huánuco, cerca de la Catedral. Todo era tranquilo, sin sobresaltos. Fui a Huánuco por curiosidad, pero al final fue más un alto en el camino que un destino.




Más al norte, en el departamento de Ancash, está Huaraz, un lugar diferente. Rodeada de montañas imponentes, es la puerta de entrada al Parque Nacional Huascarán. Llegué en un autobús nocturno de Cruz del Sur, con butacas reclinables. El viaje fue cómodo, aunque largo. Huaraz está a 3,000 metros sobre el nivel del mar. Desde ahí, emprendí varias excursiones.

En mayo de 2016, visité Yungay, un pueblo que quedó sepultado tras un terremoto en 1970. Un cementerio de casas bajo toneladas de roca y tierra. En el camino, pasé por la Laguna Villacocha, un espejo de agua rodeado de montañas. También vi el Huascarán, la montaña más alta de Perú. No intenté subir al Nevado Pastoruri; a más de 5,000 metros, el esfuerzo habría sido demasiado.

La joya de la región es Chavín de Huántar, un sitio arqueológico a 3,200 metros. Salí temprano de Huaraz, cuatro horas de ida, cuatro de vuelta, por una carretera que sube y baja entre montañas. Paramos en el lago Querococha, donde el aire era tan fino que dolía respirar. En Chavín, vi las Cabezas Clavas, tallas que representaban a las deidades de una civilización anterior a los incas. Solo queda una en su lugar original, pero aún transmite la fuerza de un tiempo antiguo.

 

El Altiplano


Cajamarca está en el altiplano, a 2,750 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar que marcó la historia. Aquí, en 1532, Francisco Pizarro capturó al Inca Atahualpa y selló el destino de un imperio. La ciudad guarda restos de ese momento: la Casa del Rescate, donde Atahualpa ofreció llenar una habitación de oro para ganar su libertad; la Catedral, de arquitectura mestiza, sin torres frontales; y el Conjunto Monumental de Belén, un edificio sobrio, lleno de historia.


Llegué a Cajamarca en mayo de 2017. El segundo día hice una excursión a las Cumbres de Cumbemayo, unas formaciones rocosas puntiagudas que sobresalen en el horizonte como si fueran las espinas de una criatura dormida. También visité las Ventanillas de Otuzco, una necrópolis preincaica con nichos tallados en roca volcánica. Los saqueos durante la conquista dejaron huellas, pero las ventanas siguen ahí, silenciosas, mirando al tiempo.


Fortaleza de Kuelap



Más al norte está Chachapoyas, en el departamento de Amazonas. Llegar no es fácil. Desde Lima volé a Jaén y después pasé cuatro horas en coche por carreteras llenas de curvas y desprendimientos. Lluvias persistentes, humedad constante. Pero el esfuerzo valió la pena.


El primer día visité el Mausoleo de Revash, tumbas incrustadas en una ladera de montaña. Era un día lluvioso, el camino resbalaba, pero el lugar tenía algo especial. Al día siguiente fui a la Fortaleza de Kuélap, el principal atractivo de la región. Tomé un teleférico que me llevó hasta cerca de la cima. Antes había que subir a pie o en coche, pero ahora el acceso es más sencillo. Kuélap es impresionante. Una muralla rodea los restos de cabañas y edificios de una civilización que precedió a los incas. No es Machu Picchu, pero tiene su propia magia, su propio silencio.






 

El Norte

En el norte de Perú está Trujillo, una ciudad fuera de las rutas turísticas habituales. Fundada en 1535 por Diego de Almagro, es conocida como la Ciudad de la Eterna Primavera. Con casi un millón de habitantes, es la tercera ciudad más importante del país. Su legado arqueológico es inmenso. Cerca de la ciudad están la Huaca del Sol y la Luna, la Huaca del Arco Iris y Chan Chan, la ciudad de adobe más grande del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986.

Visité Trujillo por primera vez en 2015 y regresé en 2017. Siempre me alojé en el Hotel Libertador, en la Plaza de Armas. Desde ahí exploré la ciudad y sus alrededores. Chan Chan es una ciudad precolombina perfectamente alineada. Sus paredes de adobe, a pesar del tiempo y del fenómeno de El Niño, siguen en pie, como una prueba de la maestría de los Chimú. La Huaca del Sol y la Luna tiene murales que muestran guerreros, animales y símbolos de poder. Cada visita a Trujillo me reveló algo nuevo.



Más al norte, en el departamento de Lambayeque, está Chiclayo, la cuarta ciudad más grande de Perú. Fuimos en junio de 2016, aprovechando un feriado. El objetivo era conocer al Señor de Sipán, un antiguo gobernante mochica cuyos restos fueron descubiertos en 1987. En el Museo Tumbas Reales, en Lambayeque, vi los ornamentos de oro y plata que lo acompañaban en la muerte. También visité el lugar del hallazgo, cerca de Chiclayo.

El último día, el guía nos llevó a la Huaca Chotuna y a la playa de Pimentel. La huaca es poco conocida, pero interesante. Pimentel, con su antiguo cementerio de trenes, tiene un aire melancólico, como un lugar donde el tiempo se detuvo.


 

30 diciembre 2024

LA SELVA PERUANA



"La ciencia y la educación son pilares fundamentales para el progreso de la humanidad."


LA SELVA

Durante los cuatro años que pasé en Perú, entre 2014 y 2018, tuve la oportunidad de viajar a distintas zonas de la selva. Este inmenso territorio, que abarca 780.000 kilómetros cuadrados —casi un tercio de todo el país—, es un mundo aparte. Para ponerlo en perspectiva: su extensión supera con creces la de toda la península ibérica, que incluye a España y Portugal juntos.

La primera vez que visité la selva fue en Loreto, una región atravesada por el río Amazonas y que comparte frontera con Brasil y Colombia. Su capital, Iquitos, es el principal destino turístico de la selva peruana y una ciudad que solo se puede alcanzar por aire o por agua, ya que no hay carreteras que la conecten con el resto del país. A pesar de su aislamiento, Iquitos es vibrante y caótica, con una historia marcada por la fiebre del caucho, que la transformó entre 1879 y 1912, y por un breve renacimiento durante la Segunda Guerra Mundial.




En Iquitos, usamos la ciudad como base. Cada día salíamos temprano, volvíamos al anochecer. No nos quedamos en un lodge, esas casas de madera en medio de la selva. Preferimos dormir en el hotel, lejos del calor húmedo y los mosquitos.

El primer día fuimos a Nauta, un puerto pequeño a orillas del río. Allí tomamos una embarcación. Navegamos hasta la confluencia del Amazonas, el Marañón y el Ucayali. Tres ríos inmensos, juntándose para formar el Amazonas que sigue su curso hacia Brasil. El agua era oscura, pero todo alrededor estaba vivo: el movimiento de las aves, el silencio entre los árboles, el aire denso.j

Otro día visitamos un centro de recuperación de animales salvajes y un mariposario. Caminamos entre jaulas y senderos, viendo de cerca lo que la selva guarda y lo que intenta recuperar. Los colores de las mariposas eran tan intensos que parecían irreales. En otra excursión, conocimos a los Bora. Una comunidad que vive al borde del río. Nos invitaron a participar en una danza. Bailamos con ellos. Era algo montado para los turistas, pero no dejó de ser interesante. Una pequeña ventana a su vida, o al menos a lo que estaban dispuestos a mostrarnos.

Iquitos tiene algo distinto. Su aislamiento la hace única. No hay carreteras para llegar. Solo el aire o el río te llevan hasta allí. Desde la ciudad, los tours fluviales te prometen días y semanas en el corazón de la selva. Son caros, muy caros. Pero los que los hacen dicen que vale la pena. Navegar por el Amazonas es algo que no se olvida.

Los otros destinos de la selva que visité fueron Puerto Maldonado, en la región de Madre de Dios; Tarapoto, en San Martín; y Pucallpa, en Ucayali. Cada uno de ellos tiene su propio carácter y desafíos, pero todos comparten el calor húmedo, las lluvias torrenciales y la riqueza natural que define a la Amazonía.


Puerto Maldonado es considerado el segundo destino más importante para visitar la selva peruana, después de Iquitos. Aunque no tiene las mismas infraestructuras, las agencias de viaje suelen organizar programas completos que incluyen transporte, alojamiento y excursiones. Aquí también es fundamental viajar con todo planificado, ya que esta región tiene un lado peligroso. La explotación ilegal de oro y la tala clandestina han convertido a Madre de Dios en un lugar conflictivo, con zonas donde la presencia de turistas no es bienvenida.

Llegar a Puerto Maldonado desde Lima es sencillo en avión, pero también es posible hacerlo por carretera desde Cusco, aunque el viaje es largo y agotador: más de 10 horas para recorrer unos 450 kilómetros. A pesar de estas dificultades, Puerto Maldonado ofrece acceso a áreas protegidas como la Reserva Nacional Tambopata, donde la selva se muestra en todo su esplendor.


Tarapoto, en la región de San Martín, es distinta. La llaman la "Ciudad de las Palmeras". Está en la selva alta, donde las montañas comienzan a rendirse y dejan paso a la jungla. Es un lugar tranquilo, sin las grandes atracciones turísticas de otras ciudades. Los extranjeros no suelen llegar hasta aquí, pero para los peruanos es un destino querido. No hay vestigios arqueológicos ni templos antiguos. Su encanto está en la naturaleza, en el verde que te envuelve y en la calma de su ritmo. Pero no todo es sencillo. Esta región también enfrenta sus retos. La hoja de coca se cultiva aquí. Su economía vive entre la legalidad y lo que no se habla mucho.

Pucallpa, en la región de Ucayali, tiene otro aire. A diferencia de Iquitos, se puede llegar en carretera, lo que la hace más accesible. Pero eso no significa que sea fácil. El calor es implacable. La humedad te aplasta. En la temporada de lluvias, las tormentas y los huaicos hacen que moverse sea un problema.

A pesar de todo, tanto Tarapoto como Pucallpa son distintas a otros lugares. Hay una conexión profunda entre sus habitantes y la selva. Eso se nota. En la comida, en la música, en la forma en que viven. Allí la selva no es solo un paisaje; es parte de ellos.

La selva peruana no se parece a nada. Es densa, impredecible, desafiante. Estar allí te cambia. Viajar por sus regiones me ayudó a entender su tamaño, su fuerza, lo que significa para quienes la habitan.

En Loreto, el Amazonas es tranquilo, inmenso. En Tarapoto, la selva alta es distinta: montañas verdes.. Cada lugar tiene su propio carácter, su propia manera de mostrar lo que es la Amazonía. Un ecosistema diferente. 





09 diciembre 2024

BAVIERA EN NAVIDAD



Ayuntamiento. Marieplatz


"Si algo puede salir mal, saldrá mal."



La última vez que visitamos Baviera fue en el verano de 2012. En aquel viaje de cinco días recorrimos Múnich, Salzburgo, Augsburgo y Füssen. Más de diez años después, volvimos, pero en un contexto totalmente diferente: finales de noviembre, acompañados esta vez por mi hermana y mi cuñado, y con los mercadillos navideños como telón de fondo.

 

Llegada a Múnich y alojamiento

Llegamos por la tarde y nos instalamos en el hotel Abasto Feldmoching, a unos 30 minutos del centro de Múnich en metro. La primera noche fue breve: cenamos cerca del hotel y descansamos para comenzar el viaje con energía.

El transporte público funcionó como siempre: puntual, limpio y frecuente. Compramos la IsarCard válida para una semana, por 18 € por persona, lo que nos permitió viajar ilimitadamente en metro y tranvía. Considerando que un solo trayecto cuesta 3,90 €, fue una decisión acertada.

 

27 de noviembre: Palacio de Nymphenburg y mercadillos

Nuestra primera visita fue al Palacio de Nymphenburg, ubicado en las afueras de la ciudad. El trayecto fue sencillo: 12 paradas de metro hasta la estación central y luego 7 más en tranvía (línea 17), que nos dejó frente al palacio.

Por la tarde, volvimos al centro de Múnich para pasear por las plazas principales y disfrutar de los mercadillos navideños, que ya comenzaban a instalarse. Las luces, los puestos y el ambiente daban forma a una ciudad en plena preparación para la Navidad.


 

28 de noviembre: Salzburgo 

El día 28 fuimos a Salzburgo. Compramos un billete regional económico para grupos, pero por error tomamos un tren rápido, lo que nos obligó a pagar un suplemento durante el trayecto. A la vuelta, utilizamos correctamente los billetes originales.

En Salzburgo visitamos la Fortaleza de Hohensalzburg, recorrimos los mercadillos navideños y almorzamos en un restaurante italiano. Mientras el resto del grupo visitaba el Palacio Episcopal, aproveché para fotografiar la Iglesia de San Pedro y su cementerio. El centro histórico, aunque estéticamente impecable, nunca ha sido de mis favoritos. Salzburgo no me termina de convencer, a pesar de su fama.





 

29 y 30  Múnich

El 29 lo dedicamos por completo al centro de Múnich. Visitamos la catedral, algunas iglesias y caminamos entre los mercadillos navideños. Desde nuestra última visita en 2012, noté cambios importantes: el centro ahora parece más amplio, moderno y con una oferta comercial más renovada.

El 30 visitamos la Residenz, el antiguo palacio de los reyes bávaros. Su reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial es notable. Múnich, como otras ciudades alemanas, fue duramente bombardeada, y caminar por sus calles es observar una ciudad que ha sido reconstruida desde sus cimientos.

 

1 de diciembre: Augsburgo

El 1 de diciembre fuimos a Augsburgo en un tren regional económico. La ciudad nos recibió con frío, lo que reforzaba el ambiente invernal. Paseamos por el mercadillo navideño de la plaza del Ayuntamiento, y visitamos lugares emblemáticos como:

  • La catedral
  • La iglesia de San Ulrich y Santa Afra
  • La sinagoga

 

Aunque es una ciudad pequeña, Augsburgo ofrece tranquilidad y tiene un peso histórico evidente. Fue una jornada más calmada, ideal para el tramo final del viaje.




Estación Ausburg

 

2 de diciembre

 

El último día lo reservamos para compras y paseos. Volvimos al centro de Múnich para visitar tiendas, comprar recuerdos y aprovechar los últimos mercadillos. Comparados con los de Viena, los mercadillos bávaros ofrecen más puestos de comida y menos de ornamentos navideños, lo que para mí les resta algo de encanto.

En esta visita también percibí un cambio cultural respecto a 2012: una mayor diversidad racial y cultural en la ciudad, algo que se nota en muchas urbes europeas. Curiosamente, Viena parece ser una excepción a esta tendencia.

 

3 de diciembre

A pesar de viajar en pleno invierno, no vimos nieve. El clima fue frío, pero moderado, y solo nos llovió durante la visita a Salzburgo.

Así cerramos otro viaje por Europa Central, esta vez en modo invernal y navideño. Fue un buen reencuentro con Baviera, aunque probablemente no volvamos. El recuerdo queda, junto con las fotos, como parte de un recorrido diferente al de hace una década.

 






 


21 noviembre 2024

CANTABRIA

 





"Viajar es detener el tiempo mientras avanzas."

Del 24 al 29 de septiembre, mi hermana, mi cuñado, Carmen y yo realizamos un viaje por Cantabria. Fue una ruta bien planificada, con visitas a localidades cargadas de historia, paisajes naturales y una gastronomía muy presente en cada jornada.

 

Alojamiento en Santillana del Mar

 

Nos alojamos en los apartamentos Natura, en Santillana del Mar, una villa con calles empedradas, edificios históricos y un ambiente tranquilo. Los apartamentos fueron una excelente elección: cómodos, modernos y con buena ubicación para movernos por la región.

 

Día 1: Comillas y Llanes

La primera jornada la dedicamos a Comillas, una localidad conocida por su patrimonio modernista. Visitamos el Capricho de Gaudí, una obra muy representativa del arquitecto catalán, decorada con cerámicas en forma de girasoles y detalles en hierro forjado. Fue una visita muy interesante.

Después paseamos por el centro de Comillas y almorzamos en el restaurante Las Caseras, donde probamos el cocido montañés, un plato tradicional hecho con alubias, berza y productos del cerdo.

 

Por la tarde fuimos a Llanes, ya en Asturias. Caminamos por su casco histórico, con casas blasonadas y plazas con encanto. Llegamos hasta una playa cercana, pero la lluvia nos obligó a refugiarnos en una chocolatería del centro, donde aprovechamos para descansar y conversar. Cerramos el día con buen ambiente, a pesar del clima.


 


Día 2: Altamira y Santillana del Mar

El segundo día amaneció lluvioso, pero mantuvimos los planes. Visitamos las Cuevas de Altamira, o más bien su réplica, ya que el acceso a la cueva original está restringido. La reproducción es muy fiel y permite hacerse una idea de cómo vivían y pensaban nuestros antepasados hace más de 14.000 años. Las pinturas rupestres —bisontes, caballos, ciervos— están muy bien representadas.

Almorzamos en el restaurante Plaza Mayor, en el centro de Santillana del Mar, y por la tarde visitamos la Colegiata de Santa Juliana, un templo románico con un claustro muy bien conservado. Sus columnas decoradas y el ambiente silencioso dieron a la visita un tono muy especial.

 

Día 3: Aguilar de Campoo y románico en Palencia

 

El día 27 cruzamos a la provincia de Palencia para visitar Aguilar de Campoo, un lugar que Carmen y yo ya conocíamos y que queríamos compartir con mi hermana y cuñado.

Comenzamos con la colegiata de San Miguel, que conserva un altar mayor impresionante. Luego almorzamos en el restaurante El Barón, que ya habíamos visitado en un viaje anterior. El lugar cierra pronto por la jubilación del propietario, así que fue una buena ocasión para despedirnos con una comida excelente.

Por la tarde visitamos dos templos románicos importantes:

  • Santa María la Real, con una portada decorada con figuras en relieve, en un entorno muy tranquilo.
  • Santa María de Nava, más sobria, pero con una armonía arquitectónica que la hace destacar.

Volvimos a Santillana al anochecer, satisfechos con la jornada.


 

Día 4: Santander

 

El día siguiente lo dedicamos a Santander, capital de Cantabria. Aunque ya había estado allí por motivos profesionales y en otra ocasión como turista, esta visita tuvo un enfoque diferente. La catedral estaba cerrada por la celebración de bodas, así que no pudimos entrar.

 

Aun así, disfrutamos del recorrido por el Mercado Municipal, donde compramos algunos productos locales. Almorzamos en el restaurante Querida Margarita, y después dimos un paseo por el centro, el paseo marítimo y las playas urbanas, con buenas vistas y brisa agradable.

 

Día 5: regreso con parada en el Parador de Lerma

 

En el camino de regreso hicimos una última parada en el Parador de Lerma, en la provincia de Burgos. Este edificio histórico, de arquitectura renacentista, ha sido restaurado como alojamiento, pero también permite visitas breves. Tomamos un café allí y compramos algunos recuerdos en la tienda del parador.

A las siete de la tarde ya estábamos de vuelta en El Campello, cansados pero contentos. El viaje nos permitió conocer o redescubrir lugares con valor histórico, artístico y natural. Cantabria y sus alrededores nos ofrecieron una experiencia muy completa.

 
















11 noviembre 2024

AMSTERDAM

 


Ayuntamiento 


"El viaje no solo amplía la mente, la forma."
Bruce Chatwin




Durante la Semana de Pascua de 2011, aprovechamos las vacaciones para hacer una escapada a Ámsterdam, capital de los Países Bajos. Volamos desde Alicante con la idea de conocer una de las ciudades más visitadas de Europa. Aunque es famosa por sus canales, bicicletas y ambiente relajado, he de reconocer que no fue de las ciudades que más me han marcado entre las que he visitado.

 

Museo Van Gogh: uno de los puntos fuertes

 

El viaje comenzó con una visita al Museo de Vincent Van Gogh, una de las principales atracciones culturales de la ciudad. Aunque no se podían hacer fotografías en el interior —excepto en el vestíbulo—, fue una experiencia enriquecedora poder ver de cerca tantas obras icónicas del artista.

Para quienes disfrutan del arte, este museo es sin duda una visita obligada en Ámsterdam.


Paseo por el Mercado de las Flores

Un par de días después paseamos por el conocido Mercado de las Flores, ubicado junto a uno de los canales. Como era de esperar, el lugar estaba lleno de tulipanes y bulbos típicos de los Países Bajos, en un entorno muy pintoresco. Es una de esas imágenes que identifican claramente a la ciudad y que vale la pena ver.

 

Palacio Real y Rijksmuseum (cerrado)

También pasamos por la Plaza Dam, donde se encuentra el Palacio Real, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Lo vimos desde el exterior, ya que no entramos.

Una de las visitas que no pudimos hacer fue al Rijksmuseum, ya que se encontraba en proceso de remodelación. Fue una lástima, ya que es uno de los museos más importantes de Europa.



Canal en Amsterdam

 

Impresiones personales de la ciudad

Ámsterdam es una ciudad con mucho encanto para quienes disfrutan caminando sin rumbo fijo. Sus canales, las casas antiguas con fachadas inclinadas, los puentes y las bicicletas que llenan cada calle forman una imagen muy característica.

Sin embargo, para mí no fue una ciudad especialmente memorable. El ambiente era agradable, pero no me dejó una impresión tan fuerte como otras capitales europeas. Quizás influyó el hecho de que durante nuestra visita, la Plaza Dam estaba ocupada por una feria, con una gran noria que restaba protagonismo al entorno. Tampoco visitamos el Museo Madame Tussauds, que no nos llamaba especialmente la atención.

 

Otros lugares visitados

 

Además de los puntos más conocidos, también exploramos otras zonas de la ciudad:

  • El Barrio de Jordaan, con sus tiendas pequeñas, cafeterías y calles tranquilas. Fue uno de los rincones que más me gustaron por su ambiente local y menos turístico.
  • El Vondelpark, el parque urbano más grande de Ámsterdam. No lo recorrimos por dentro, pero pasamos por sus alrededores. Es un lugar muy frecuentado por locales para pasear o hacer picnic.

 

Ámsterdam es una ciudad que ofrece una buena combinación de arte, historia, vida urbana y canales. Para quienes disfrutan de los museos y los paseos tranquilos, puede ser una excelente elección. En mi caso, aunque fue una experiencia interesante, no se encuentra entre mis destinos favoritos.

Aun así, es una ciudad que merece una visita, sobre todo para conocer su ambiente relajado, su cultura ciclista y su importante oferta cultural.

 






Oporto y el Centro de Portugal