01 mayo 2025

UNOS DIAS EN BADAJOZ





 Uno no vuelve igual al lugar donde creció, pero el suelo reconoce tus pasos.


Hemos vuelto a Badajoz. Esta vez con más calma que aquella visita fugaz a finales de diciembre de 2023 en la que tuvimos que regresar de inmediato por la llegada prematura de un nuevo miembro a la familia. Entre el 22 y el 25 de abril, nos alojamos en un lugar con historia personal: el apartamento “El Sótano”, que en los años 70 y 80 fue un restaurante en el que solíamos comer en nuestras visitas. Volver allí fue como abrir una caja de recuerdos.

Badajoz, la ciudad donde pasé los primeros 20 años de mi vida, no pierde su fuerza sobre mí. Aunque llevo más de medio siglo viviendo lejos, sigo regresando. Ahora con menos frecuencia, pero siempre con el mismo placer de recorrer sus calles.

Pasear por el centro es como volver a un tiempo más lento. La calle San Juan, que conocí llena de vida, muestra ahora signos de decadencia. Pero aún puedo verme de niño, los sábados y domingos, enfundado en abrigo o impermeable, caminando hasta la Plaza de San Francisco. En verano, el plan cambiaba: la Plaza y su noria eran el punto de encuentro. Hoy esa plaza aún conserva sus dos kioscos y el local de “La Marina” junto al Teatro López de Ayala. Eso sí, la antigua parada de taxis ha desaparecido. El edificio del Hospital Provincial sigue en pie, pero ya no funciona como hospital.

Uno de los rincones más transformados es la Plaza Alta. Desde su remodelación, se ha convertido en uno de los lugares más bonitos de la ciudad y parada obligada para cualquier visitante. El casco antiguo, que durante décadas estuvo degradado, hoy luce renovado y con carácter. Caminar por sus calles es redescubrir la ciudad.



Recomiendo una estancia de al menos dos días para saborear Badajoz con calma. Visitar la Catedral, perderse por el casco antiguo, acercarse a la Alcazaba —una de las más grandes de Europa— o dar un paseo por el cauce del Guadiana, que hoy es un espacio verde ideal para desconectar. Y por supuesto, disfrutar de su gastronomía: sencilla, generosa y deliciosa.


Esta vez, además, hemos aprovechado para hacer un par de excursiones en familia. Junto a Carmen, mis hermanos y sus cónyuges, dedicamos el primer día a visitar Marvão, Castelo de Vide y Valencia de Alcántara. El segundo nos llevó a Llerena, un lugar en el que nunca había estado, y que mereció la pena descubrir.

Badajoz es tranquilidad, memoria y buen vivir. Es ese lugar al que siempre quiero volver. Mi tierra me sigue llamando, y mientras pueda, seguiré respondiendo a esa llamada.





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