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30 noviembre 2020

LA PAZ Y SANTA CRUZ

 





No hay propiamente edad de la vejez. Se es viejo cuando se comienza a actuar como viejo.



Mis viajes a Bolivia


En 2017, Bolivia se sumó a mi lista de países visitados. Un destino que me llevó a conocer dos de sus principales ciudades: La Paz y Santa Cruz de la Sierra. Dos experiencias muy distintas, marcadas por el contraste geográfico, cultural y estético… pero, lamentablemente, sin dejarme un recuerdo especialmente memorable.


Vista de La Paz

La Paz


Mi llegada a La Paz, la sede del gobierno boliviano, fue un choque tanto físico como visual. A más de 3.500 metros de altitud, y con barrios como El Alto superando los 4.000 metros, el aire se hace escaso para quienes no estamos acostumbrados a semejante altura. La falta de oxígeno es el primer obstáculo para disfrutar plenamente de la ciudad.

Lo que más me impactó no fue solo la dificultad para respirar, sino el propio aspecto urbano de la ciudad. La Paz, con su paisaje árido y caótico, me pareció la capital más fea de América Latina. Una afirmación dura, pero honesta desde mi experiencia.

Su corazón político y monumental se encuentra en la Plaza Murillo, rodeada de edificios históricos como:

  • La Catedral Metropolitana

  • El Parlamento Nacional

  • El Palacio Presidencial


Sin embargo, el entorno carece de armonía arquitectónica. Detrás del palacio, una moderna torre de oficinas rompe aún más con la estética general, y el resto del centro urbano ofrece muy poco al visitante. En resumen, La Paz no logró conquistarme.

Una espina que me quedó clavada fue no haber visitado el Salar de Uyuni, quizás el verdadero emblema de la belleza boliviana. Pero las largas horas de viaje necesarias para llegar (en autobús y todoterreno) hicieron inviable incluirlo en esta ocasión.


Catedral de Santa Cruz de la Sierra

Santa Cruz de la Sierra


Después de La Paz, Santa Cruz de la Sierra supuso un alivio, en varios sentidos. Ubicada a menor altitud, la ciudad ofrece un ambiente más respirable, literal y figuradamente.

Aunque tampoco se trata de un destino con una abundante oferta turística, su carácter más relajado y llano hace que resulte más amable para el viajero. El centro conserva algunas joyas arquitectónicas del siglo XX, como antiguos palacetes, y destaca la Catedral Metropolitana, construida en ladrillo visto y restaurada con buen gusto.

Santa Cruz es además el motor económico del país, y sede de muchas empresas extranjeras. Ese perfil empresarial le da un aire más moderno y cosmopolita, aunque sin llegar a lo vibrante o atractivo que uno podría esperar de una gran ciudad latinoamericana.

A pesar de ser más agradable que La Paz, Santa Cruz tampoco logró convencerme del todo. Fue una experiencia correcta, pero sin la chispa que invita a volver.

Bolivia es, sin duda, un país lleno de contrastes: altitudes extremas, ciudades caóticas, naturaleza sobrecogedora… Pero en este viaje concreto, ni La Paz ni Santa Cruz de la Sierra lograron conectar conmigoCon 73 años y muchos destinos ya recorridos, sé que probablemente no regresaré a Bolivia. Lugares como el Salar de Uyuni, el lago Titicaca o los parques del oriente quedarán como paisajes que admiré desde la distancia. 




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